Tururú.


Hoy voy a darme a la bebida
en casa, solo.
Sin explicarle a nadie mis motivos.
Acaso porque no tengo motivos,
acaso porque no son confesables,
acaso porque no tengo a nadie
más a mano a quien darme que me dé
algo de vida,
aunque con be.

Alcohol, maldito líquido,
hoy seré tuyo por una vez,
de nadie más.
Tú serás mío.
Compartirás mi sueño, me engañarás.
Y esperarás a mañana
para decirme la verdad.

Alivio de pie quebrado.


El mar ahoga la risa
y la noche la sonrisa.

Yo nado en la oscuridad,
entre el oleaje negro
de los sueños.
Me guío por el oído,
busco el lugar
en el que rompen las sábanas,
y ahí despierto.

El mar ahoga la risa
y la noche la sonrisa.

Negra noche al despertar
y un silencio inconcebible
al comparar
con la furia del rüido,
el fragor
horrible de pesadilla
de que vengo.

El mar ahoga la risa
y la noche la sonrisa.

Una vez de cada mil
me parece que descanso,
sueño contigo;
por la mañana te has ido
caminando,
mientras yo sigo nadando
de oído.

El mar ahoga la risa
y la noche la sonrisa.

Tengo los ojos cerrados
Y sueño que no respiro,
Que no hay oxígeno,
Pero sé que es solo un sueño y
al despertar
y ver dónde acaba el mar
lloro y me río.

El mar ahoga la risa
y la noche la sonrisa.

Éramos niños.




Éramos niños,
yo el más pequeño,
y en aquel pueblo no había nada que hacer.
Buscando amigos encontré a otros
guajes aburridos
que buscaban una víctima.
Hubiera sido un gato, de no ser yo.

Solo recuerdo un haz de luz cayendo
desde una lupa en mi pulgar,
y el dolor inesperado -era pequeño-
y una risa.
Ni antes ni después.

Apenas nada,
aunque aún se ve una cicatriz,
como en un libro que duerme hace cien años,
velando, asoma un marcapáginas.

Deliciosos cuando están en calma.


Los hijos ajenos son como aire:

deliciosos cuando están en calma,

cuando están en movimiento, insoportables.

Y por doquier.

¿Y quién sopla un día de viento?

Los propios serían iguales,

puesto que no soy distinto.

Aunque en esto me distingo:

yo no los quiero tener.



Cosas que hace cualquiera:

jugar al yoyó, huevos fritos,

manejar unas tijeras,

tener hijos.

Requiebro español.


Podría vivir sin tu sonrisa,
como he hecho cada día.
Nací de noche, también creía
que se podía vivir sin el Sol.

Atardeceres rojos I.

http://www.flickr.com/photos/ibotamino/4298062763/in/photostream


No sé qué tengo en contra de la luz
naranja del crepúsculo mal entendido.
Me causa un hastío como si fuera yo el día que se termina,
que alumbra
como las bombillas antiguas, emulándolas,
para fastidiar.

Un trago de oro fundido, me parecen a mí los atardeceres,
por la garganta.

Cuando esté la noche que se quite el día, que solo se salva
por la mañana.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...