el lugar del otro.


Llegó
flotando mansamente
la botella vacía
y no hallé en ella ningún mensaje.
Al día siguiente seguía junto a mi isla
sin decir nada.
Al tercer día la abrí y puse dentro un papel,
decía: siento haber sido egoísta, soy yo
quien te envía.

(foto: ibotamino)

Cuando la anécdota aún no lo es.

Cuando la anécdota aún no lo es para mí,
para ti sí hoy, para mí, en algún mañana;
no se ha secado la tinta que pauta el papel,
- para él aún es una mancha-
es en ese momento leve y tenue,
en el que te veo desnuda y diferenciada del yo
que tanto nos gusta. Y quiero volver hacia él,
y tú también vuelves,
y habláis otra vez, poco a poco,
de ese momento, y ya yo, poco a poco,
también lo convierto en anécdota,
y nos vamos mintiendo para comprendernos,
y para volver a ser dos uno sólo.
Pero yo he sabido en el lapso que el papel era blanco
y no puedo olvidarlo. Aunque recordarlo ya sé,
hace tanto,
que no me compensa...

Asfalto.

Odio tu cinismo liso,
tus líneas de pintura nauseabunda y que al mirarla
resplandece.
Te ofreces para que vaya deprisa y
no piense.
Sé dónde pretendes llevarme, entonces ¿por qué
debo ir?
Los cruces son el colmo de tu hipocresía, me dices:
Decide.
Decidiré abandonándote.
Huiré de ti, tal vez
abandonaré también mi vehículo.
Me perderán los satélites, los radares,
me encontrará perdido la verdadera gente.
Me mostrarán a oscuras el planisferio
y me dejarán solo
ante miles de infinitos.
Bajo el cielo simplemente,
sobre nadie,
como viento entre aire.

deseo

Te deseo, y no creo que lo disimule bien.
Me cuesta trabajo no perder la cabeza,
cómo voy a mantener las formas.


La cortesía me aprieta tanto, a veces, en tu presencia,
que sangro por la sonrisa.
Si no hubiese sociedad te comería.

bah...

El dolor es difícil de explicar.
No merece la pena.
Hablar de él duele,
pensar en él lo alimenta.
El olvido es lo único que lo atenúa,
pero el olvido es renuncia. Al principio
repugna al intelecto,
más adelante al instinto.
Hay que ser otro para que le deje de doler a uno
y los cambios son derrotas.

Hacer las maletas con meticulosidad
para arrojarlas al fuego: el amor,
la amistad,
los sueños.

El horror



Las tortugas eclosionan por doquier.
Surgen después de comer.
Nacen del vapor de la siesta.
Salen al olor del sueño que alcanza su madriguera,
oculta en el documental.


Busco en vano el punto exacto del que nace su cauce imparable,
parecen aflorar por ósmosis desde la modorra al aire.
No hay lugar por donde no se cuele una tortuga quimérica
por angosto o tortu(g)oso que éste sea.
El miedo es libre: me escondo entre los cojines,
caparazones mullidos que me hacen invisible.
Ya están volando tortugas sanguinarias por el cielo
debí haber bebido menos. Si me muevo estoy perdido.
Una tortuga me observa. Husmea quieta.
Me amenaza con su pico. No me ha visto.
Ha escuchado un latido poco lento,
homeotérmico,
de corazón de mamífero.

observo anonadado...



Observo anonadado al segundero.
Camina, luego el tiempo está pasando.
El tiempo es una sucesión de acontecimientos,
pero lo único que a mi alrededor acontece es su desvergonzado movimiento.


Dilapidando tiempo sin motivo.


-¡Detente! - Le grito, pero no me escucha.



Peor aún, el minutero lo secunda
en un inesperado motín de las agujas.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...