Y por supuesto tú.


Hay una parada de autobús

junto a tu casa

y otra de tren,

y sus correspondientes carreteras,

líneas ferroviarias.

Y hay cafeterías, sucursales

bancarias, tiendas

de toda la vida, colegios,

polideportivos.


Y por supuesto tú.


Desde mi punto de vista

solo tu existencia justifica la existencia

de tu mundo,

aunque probablemente existiría

sin ti:

no para mí.


Y cuando voy en tren hasta tu barrio

soy como un glóbulo rojo transfundido

viajando por vasos sanguíneos sorprendentes.


Soy como un niño que lee a Julio Verne.


Veo el mundo paralelo, las paralelas vidas

de la gente para la que soy un solo rostro extraño

que asimilan sin pensar: una brizna más de hierba.

Para mí, ellos son un universo

nuevo del que solo sé sus leyes

y que tú estás.


Y mi sangre y mi literatura al fin se identifican

con la que yo creía inservible primavera

de la Luna.

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